Después de dos años de espera finalmente Eurovisión volvió a celebrarse. Así, el pasado 22 de mayo el estadio Ahoy Arena de Rotterdam vibró como nunca, se notaba que había ganas de volver a disfrutar de la fiesta europea más diversa del mundo.
Y es que éste ha sido sin duda el año donde mayor calidad y diversidad hemos visto. 26 canciones que no han pasado desapercibidas en ningún momento ni para bien ni para mal. Algo que se ha notado en unas votaciones históricas: dando por primera vez cuatro ceros consecutivos; y premiando con el podio a tres países que no cantan en inglés: Italia, Francia y Suiza dando la victoria a Maneskin, banda rockera de Italia.
Italia gana así por tercera vez Eurovisión, la última en 1990 (cuando Azúcar Moreno representaron a España). Pero esta victoria no ha sido de Italia sino de la generación Z. Si que es verdad que desde su vuelta a Eurovisión, allá por 2011, Italia lleva mereciendo ganar el festival con unas propuestas más que decentes. Su evolución ha sido fascinante.
No obstante, este año la propuesta ha bajado la media de su historial esta última década. Sí que mantiene la diferencia de sus anteriores candidaturas pero se ha quedado a medio gas. Una candidatura que nos retrae a nuestra época de emo de adolescentes cuando triunfaban grupos como Tokio Hotel o Avril Lavigne.
Con esto se puede afirmar que Eurovisión no lo ha ganado Italia sino la teen generación Z (13-23 años), esos nativos digitales más propensos a un buen videojuego excéntrico que a un programa familiar. Quizá no les gusta Eurovisión pero lo ponen pá hacerse los chulos. Y es que es una generación que no se corta por nada. Se creen que todo es llano hasta el punto de drogarse y emborracharse en directo. Se nota que los miembros del grupo también pertenecen a esa generación.
Esto se suma a los tiempos de pandemia que nos ha tocado vivir, donde la gente quiere moverse y disfrutar de los conciertos; siendo esta actuación lo más cercano a un concierto que tendrán en una larga temporada. La Libertad de la que alardeaba Ayuso se ha quedado corta tras esta victoria.
Pero guste más o menos lo que está claro es que estas nuevas generaciones no se dejan llevar por las modas, encontrando belleza en lo raro y con ello haciendo que en Eurovisión la autenticidad cada vez vaya pisando terreno a esas grandes performances más propias de una Superbowl que de un festival cultural de la canción. Ya lo dijeron los ganadores: «¡El Rock & Roll no ha muerto»!
Y es que es en una sociedad cada vez más envejecida es innegable pensar que las generaciones más jóvenes son las que determinarán el futuro de nuestro modus operandi.
Porque sí, amigos ¡que tiemblen las divas que llega la generación Z de Eurovisión! Por lo pronto nos vemos en Italia 2022.